El hierro y el oro

domingo, 21 de febrero de 2010

por Juan del Sur

...que la Tierra cayó en manos

de unos locos con carnet.

("A quien corresponda...", Serrat, 1981).

Leo una interesante nota de Osvaldo Bazán acerca de las Malvinas (No sé qué hacer con Malvinas, “Crítica”, 20-2-10). En ella confiesa que en 1982 —por lo que dice, tendría 18 o 19 años— se alegró cuando Galtieri anunció la toma de las Malvinas, y que en estado confusional repetía "como un tarado", “¡que traigan al Principito!”, él, que se confiesa incapaz de mirar películas con “mostros” porque le dan miedo y que la única vez que se agarró a piñas en la escuela salió segundo.

El apoyo a la canallada fascista de las Malvinas es uno de los pocos errores que no he cometido. A mí me causó angustia y desesperación despertarme aquel 2 de abril con esa terrible noticia: me sentía, y no estaba alucinando, como en la Alemania nazi.

¿De quién son las Malvinas?, se pregunta Bazán hoy, y va más allá en sus interrogantes: ¿de quién es la Argentina?

Es un avance importante, pero, a mi entender, aún incompleto. La pregunta que nos debemos hacer, como seres humanos, es: ¿de quién es el mundo?

Continúa Bazán: "San Juan es la Argentina pero el oro de San Juan ¿de quién es?". Ahí es donde discrepo, porque una mala pregunta induce respuestas erróneas: Ese oro no es de nadie. Ese oro es como el hierro que yo tengo en mi cuerpo: ¿cuánto será?, ¿tres gramos? Pongámosle, tres gramos. Si lixiviamos a los 7.000 millones de habitantes del mundo y les extraemos el hierro que contienen obtenemos 21.000 toneladas de hierro. ¡Qué bueno, 21.000 toneladas de hierro vienen muy bien! Sí, pero matamos a toda la humanidad para obtenerlas.

Lo mismo pasa con el oro diseminado, el oro que forma parte de la roca en proporciones que en los casos que se consideran rendidores alcanza alrededor de 20 g por tonelada.

Oro, 20 g por tonelada = 0,002%

Hierro, 3 g por 70 kg = 0,004%

Una relación del mismo rango, qué curioso.

Si yo me trago una cucharita y antes de que me haga más estropicio me abren el estómago, o sea, me practican un túnel y me sacan ese hierro concentrado en forma de veta —unos 30 gramos, pongámosle— capaz que repunto y todo. Pero el hierro que yo tengo diseminado es como el oro disperso en la roca: para sacarme esos tres gramos me tienen que matar.

Para aprovechar el oro diseminado en la Tierra la tienen que asesinar.

Así de claro.

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